viernes, 3 de julio de 2009

¿por qué existe algo en lugar de no existir nada?


Los intelectuales no científicos se defienden de los embates de la ciencia diciendo que existen preguntas cuya respuesta la ciencia nunca podrá responder. Una de esas preguntas puede ser: ¿por qué existe algo en lugar de no existir nada? La respuesta a esta pregunta permitiría explicar la existencia del mismo dios y, en todo caso, de todo lo que existe en el Universo, haya sido creado por un dios o no. Pero, dicen, esto se encuentra fuera del alcance de la ciencia.

Es cierto que intentar responder esta pregunta nos conduce a una regresión lógica infinita. Si lo que existe posee una causa anterior, entonces esa causa existe, en lugar de no existir. Nos podemos preguntar entonces por qué existe esa causa para lo que existe, en lugar de no existir nada. De nuevo, si esa causa para lo que existe posee una causa anterior, podremos preguntarnos por qué existe una causa para la causa de lo que existe, en lugar de no existir nada. Y así podemos seguir preguntándonos hasta el infinito. Te dejo que lo hagas si lo deseas. Yo tengo mejores cosas que hacer y, para empezar, voy a continuar escribiendo este blog.

Como no parece razonable negar que algo exista, ya lo dejó claro el filósofo Descartes con su “pienso luego existo” (uno puede estar seguro de que, por lo menos, uno existe, aunque pueda dudar de la existencia del resto del Universo y, en particular, de lectores de periódicos), tendremos que aceptar que o bien algo ha existido siempre, o bien algo comenzó a existir sin causa alguna. Y sobre esto hay poco que la ciencia pueda decir. ¿O no?

La ciencia del ser o no ser

Y bien, no. La ciencia tiene bastante que decir. Agárrate que vamos a ello, y te aseguro que hoy, si acaso existes, te vas a marear.

Desde los descubrimientos de Albert Einstein sobre el Universo, sabemos que materia y energía son equivalentes. Ambas son, en realidad, dos caras de la misma moneda. Su famosa ecuación, E=mc2, nos dice que la materia puede convertirse en energía, y la energía, en materia. La realidad de esta ecuación ha sido comprobada de forma dramática con la explosión de bombas atómicas de fisión o fusión nucleares, en las que la materia se convierte en energía. Menos conocido, aunque no menos espectacular, es el hecho de que, en los laboratorios de física, también se ha conseguido transformar energía en materia. En estos experimentos se ha logrado crear, entre otras cosas, un electrón y su antipartícula, el positrón, a partir de rayos gamma de alta energía, que son, en realidad, rayos de luz. Donde hay luz, hay materia. La ciencia ha proporcionado, así, un nuevo e insospechado sentido a las palabras “hágase la luz”.

Muy bien, pero ¿cuánta materia existe en el Universo? Ésta es una pregunta que la ciencia sí puede responder. Los cálculos actuales indican que el Universo observable contiene 10 elevado a 50 (1050) toneladas de materia, es decir, un uno seguido de cincuenta ceros de toneladas. Es muchísima materia y, por tanto, muchísima energía.

Pero además de materia, el Universo contiene también energía inmaterial. En realidad, contiene “energía negativa”, es decir, energía que hace falta aportar para dejarlo en equilibro. Me intentaré explicar.

Toda la materia del Universo se atrae entre sí debido a la fuerza de la gravedad. Todos los cuerpos del Universo, galaxias, estrellas, planetas, satélites, asteroides, polvo estelar, etc., ejercen una atracción gravitatoria sobre todos los demás. A pesar de que la gravedad disminuye con el cuadrado de la distancia, esto suma un montón de atracción gravitatoria total. Lograr la separación de toda la materia del Universo necesitaría de un gran trabajo, para el cual el adjetivo hercúleo se queda tan corto como el menor pelo de la lengua. Este gran trabajo requeriría, por supuesto, el aporte de gran energía. Es indudable que para separar a la Luna de la órbita de la Tierra haría falta mucha energía; y para separar a Júpiter de la órbita del Sol, aún más. Pero ¿cuánta energía haría falta para separar a toda la materia del Universo hasta que su atracción gravitatoria fuese nula?

  • Ser o antiser, ésa es la cuestión

Antes de responder a esta pregunta, hay que puntualizar que la energía necesaria para separar a toda la materia del Universo es la misma que la que se hubiera supuestamente desprendido al acercar desde el infinito la materia hasta donde se encuentra ahora. Recordemos que la energía desprendida puede convertirse en materia, mientras que es necesario convertir materia en energía para realizar un trabajo.

Y bien, los cálculos de la energía necesaria para separar a todos los objetos y materia del Universo de su atracción mutua indican que se necesitaría la energía contenida en 1050 (10 elevado a 50) toneladas de materia. Es decir, ¡se necesitaría convertir en energía toda la materia del Universo para separar de su atracción a toda la materia del Universo y alcanzar así un equilibrio homogéneo! Evidentemente, en ese caso nos quedamos en nada, cero, nothing, rien.

  • Como materia y energía son equivalentes, podemos decir, pues, que la energía neta del Universo es cero y que la materia neta es, igualmente, nula. Lo que existe como materia lo hace a expensas de la “energía negativa” (que algún día quizá haya que devolver “disolviendo” la materia). En tanto que materia, existimos, pues, como meras hipotecas de energía prestada. Somos simples oscilaciones entre la energía positiva (la materia) y la energía negativa (la desprendida por la materia al atraerse entre sí), aunque la energía neta del Universo y, por tanto, también la materia neta del mismo, es, como hemos dicho, cero.

Así pues, a la pregunta ¿por qué existe algo en lugar de no existir nada? la ciencia responde con la afirmación de que, en realidad, no existe nada. Somos solo fluctuaciones de la nada (que sería el equilibrio perfecto) entre el “ser” (energía positiva, o materia) y el “antiser” (energía negativa). Los dos suman cero en el Universo entero.

Si entiendes todo esto, háztelo mirar urgentemente por el mejor especialista. En todo caso ya te advertí de que te ibas a marear. ¡Es que no somos nada!

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