Os presento a Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553-1613), uno de los mejores inventores del mundo.
Jerónimo de Ayanz fue Caballero de la Orden de Calatrava, militar «de fuerza descomunal», Comendador, Regidor, Gobernador y «Administrador General de las minas del Reino Español». Este cargo le daba la responsabilidad de explotación de las 550 minas registradas por entonces en territorio ibérico además de las existentes en la América hispana.
Ayanz, junto a los cargos militares y de gestión desempeñados, habría que citarle por sus habilidades de músico, cantor, pintor, cosmógrafo, empresario y, sobre todo, inventor. Inmerso en plena época imperial, le tocó enfrentarse a numerosos problemas prácticos dando soluciones sorprendentes. En varias ocasiones tuvieron que transcurrir hasta dos siglos para encontrarse con el mismo nivel tecnológico que el planteado por el navarro.
Cita Nicolás García Tapia, un documento de Felipe III del 1 de septiembre de 1606 donde describe los «privilegios por invención» concedidos a D. Jerónimo de Ayanz. En el mismo se constatan hasta 48, de lo que hoy denominaríamos patentes, en diversos ámbitos de la actividad productiva que, en forma de resumen, se describen a continuación:
* Náutica. Diseña el primer precedente de submarino, con sistema de renovación de aire, guantes para poder recoger objetos desde el interior de la nave, incluso remos para desplazarse permaneciendo el compartimento hermético. También es el primero en diseñar un traje de buceo operativo, lo que posibilitó que el 2 de agosto de 1602, ante la atónita mirada del monarca Felipe III y su corte, un hombre permaneciese sumergido a tres metros de profundidad en el río Pisuerga hasta que transcurrida una hora el rey le mandara ascender. En otro campo elabora un informe, simultáneamente al inglés Gilbert, sobre la aguja de marear (brújula), estableciendo incluso la declinación magnética, a la que denominaba «nordestear». Los continuos viajes a «las Américas» conllevan otras necesidades que deben ser resueltas; por ejemplo, para la necesaria destilación de agua marina encaja en un horno de su invención el destilador, de barro, que evitaba malos sabores. Añade al conjunto una suspensión que hoy llamaríamos «Cardan» para evitar que se desplazase con el vaivén del barco.
* Explotación minera. Por su responsabilidad sobre las minas del «Reino de España» se vio obligado a dar solución a los diferentes problemas que, de lo contrario, hubiesen paralizado la explotación de esa fuente de ingresos tan vital para el imperio. Aplicó el método de investigación documental, hoy tan común, para descubrir minas, examinando sobre todo los registros de las minas de Contaduría del archivo de Simancas. Ingenió soluciones para la extracción de minerales, explicando procedimientos para beneficiar los minerales negrillos, lo que hizo posible que se continuase explotando las importantes minas de Potosí, y desarrollando molinillos, destiladores, hornos de fundición e, incluso, balanzas «que pesaban la pierna de una mosca».
Con el fin de desaguar las minas, idea un sifón con intercambiador. Este sistema, como deduce García Tapia, «consigue que el agua infiltrada en la mina salga a la superficie, mientras que el agua contaminada de la parte superior, procedente del lavado de mineral, proporcione la energía necesaria para elevar el agua desde la profundidad de la mina». No obstante, donde más llega a sorprender su ingenio es en el empleo del vapor en la aplicación de desagüe de minas, o en la producción de aire acondicionado. Como se sabe, fue la domesticación de la energía del vapor de agua, y su inclusión en los procesos productivos, lo que dio origen a la revolución industrial, a finales del siglo XVIII; si bien hasta ver de nuevo la luz las patentes de Ayanz era Thomas Savery quien en 1698 patentaba la primera máquina de vapor en el mundo. El inventor hace uso destacado de sus máquinas de vapor, registradas en el 1606, para desaguar las minas, en especial la de Guadalcanal, que logra volver a poner en marcha tras su desahucio. Perfecciona el sistema incluyendo un elemento del siglo XX, el eyector de vapor, empleado en propulsar fluidos por medio del vapor, lo cual le permite refrescar el aire en estancias de edificios, lo que hoy en día denominamos aire acondicionado.
* Agricultura. Mejoró en este campo diversos modelos de molinos de «sangre», movidos por la fuerza animal, a los que mediante el ingenio de vaivén adaptaba a la tracción humana. Descubrió la mayor eficacia de las piedras de moler de forma cónica y los molinos de rodillos metálicos, que se utilizarían de manera industrial en las fábricas de harinas en el siglo XIX. En los clásicos molinos de viento, aportó dos innovaciones: la orientación automática merced a que es el propio viento el que abre los portillones y el molino con un tornillo helicoidal, que él hacía mover con aire y que dos siglos después, en Londres, se movían con agua, de la misma forma que se emplea hoy en día en Japón. Para el riego pasó al plano horizontal lo que se conocía en el vertical: el arco y la bóveda. Plantea las presas de arco, de manera que las fuerzas internas de la estructura, como ocurre en las dovelas, hacen que los empujes del agua se transmitan a las orillas que debían ser de roca firme. Para el riego también mejoró las bombas inventadas por el sabio Ctesibio, bombas «tisibicas» de émbolo. Hoy estas bombas de husillo se usan en sistemas hidráulicos y se caracterizan por la suavidad de su funcionamiento.
* Otros campos. Merece la pena destacarse un mecanismo de transformación del movimiento que permite medir el par motor, la eficiencia técnica. La medida de tal magnitud no deja de ser una sofisticación que sólo en el siglo XVIII se aborda de nuevo.
Por ello resulta poco menos que paradójico que tal personaje no se haya dado a conocer anteriormente. De hecho, como señala García Tapia, sólo existe alguna mención en el Diccionario Histórico General de la Ciencia Moderna de 1983, dirigido por López Piñero. La explicación de este hecho podría basarse en suponer que las innovaciones tecnológicas se habían considerado desde el poder político como secretos de Estado y, por lo tanto, varias de las aplicaciones hubiesen podido no estar accesibles.
Si queréis saber más de este gran inventor podéis leer el libro "Un inventor navarro. Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553-1613)" de Nicolás García Tapia.
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