jueves, 4 de junio de 2009
Fachadas que ahorran energía
El trabajo del departamento de Máquinas y Motores Térmicos de la UCO es lograr el desarrollo de una climatización adecuada y una buena ventilación para el ahorro de energía en un ambiente saludable, puesto que los edificios consumen un 40% de la energía total gastada en la UE. Lo llevan a cabo gracias a la implantación en los edificios de elementos pasivos como las fachadas ventiladas o lo que han llamado la doble fachada.
Enmarcado dentro del Plan Nacional de I+D+I del Ministerio de Ciencia e Innovación, para el período 2006-2009, que previsiblemente se extenderá hasta 2012, este proyecto tiene por objetivo lograr un aire limpio con menor coste energético, dado que “el sector de la climatización demanda mucha energía”, argumenta el profesor. Según Ruiz de Adana, el potencial de ahorro se sitúa en torno a un 20% o un 30% con un sistema de doble fachada.
Para conseguir reducir esta demanda de energía han dotado al edificio de elementos pasivos como las fachadas ventiladas o doble fachada. En estos elementos, el aire circula por convección natural en la doble piel del edificio, calentándose gratuitamente. De esta forma, “la fachada puede considerarse como un gran colector solar integrado en el propio edificio”. Así, la fachada ventilada tiene dos pieles, es decir, dos cerramientos. Por ejemplo, uno interior de ladrillo y cemento, y otro exterior de piedra o chapa. Entre los dos hay una cámara de aire. En la parte inferior hay una rejilla de entrada de aire y en la parte alta una rejilla de salida que puede orientarse al local o al exterior. Cuando la fachada es calentada por el sol, el aire del interior se calienta. El aire caliente asciende y se crea una corriente caliente. Si el local necesita calefacción ese aire se introduce al local. Si no es necesario, se envía fuera. Al enviar el aire fuera se evita que todo ese calor que se lleva dicho aire entre al local a través de un cerramiento convencional. Es decir, en verano la fachada ventilada aisla el edificio del calor.
El equipo, con el investigador Manuel Ruiz de Adana al frente, sostiene que el aire calentado puede emplearse para aumentar la temperatura del local en invierno. En verano, el aire caliente se expulsa, con lo que se obtiene un mejor aislamiento térmico del edificio, y se reduce su demanda energética. El resultado es que el balance energético anual se reduce sustancialmente, se fomenta el ahorro energético y se disminuye el impacto ambiental.
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